Nota de Daniel Yankelevich: Innovación abierta.

Por Daniel Yankelevich, CEO Grupo Pragma Consultores, miembro del Comité de Especialistas.

A pesar de que este artículo versa sobre innovación, empezaré con una anécdota muy poco innovadora. Me explico. Allá por el 99 la gente de la fundación Innova-T me invitó a participar en un panel sobre el tema. Empecé aquella charla hablando del Triángulo de Sábato. Este triángulo es un modelo simplificado de desarrollo de un sistema tecnológico propuesto hace 35 años por Jorge Alberto Sábato que tiene, en cada vértice, a científicos, empresarios y funcionarios públicos, respectivamente. Los lados del triángulo representan las relaciones de estos sectores. Con este sencillo esquema Sábato proponía una metodología de desarrollo y discutía estrategias y casos. Se cuenta que en la conferencia donde presentó el modelo alguien le preguntó “por qué un triángulo”, y que él respondió con todo cinismo: “si el triángulo tiene éxito, es porque es la figura más complicada que puede entender un economista”.

Con este modelo, se pueden ver los roles que cada jugador tiene que ocupar para que la “rueda” de la innovación se mueva y funcione, y así continué mi presentación en ese momento. De hecho, esta idea de una “rueda” de la innovación y el hecho de que el Triángulo de Sábato no considerara algunos players para mi importantes como los que financian los proyectos innovativos (llámenlos capital de riesgo o como quieran) me motivaron para proponer una pequeña variante del triángulo en forma de círculos que se intersectan. En el “centro” de estos círculos ubicaba al gobierno, generando las condiciones para que la innovación fluya, mediante condiciones de entorno favorables y políticas que faciliten y promuevan la innovación, no innovando, sino permitiendo que los jugadores interactúen. Casi como una “llave de encendido” de la rueda de la innovación.


Mi teoría era que estos roles eran necesarios para que la innovación ocurra
y alguien tenía que ocuparlos, y que en muchos casos esta interacción (representada por las intersecciones) no funcionaba y eso era un freno para la innovación.

Permítanme aclarar algo: innovación no es investigación. La innovación es la implementación de ideas creativas que aporta valor a una organización. Un punto importante es que la innovación tiene sentido si agrega valor, o  como dicen algunos más crudamente: la investigación necesita dinero y lo convierte en ideas. La innovación toma ideas y las convierte en dinero.

La presentación gustó. Y ustedes saben lo que es la tentación… usé prácticamente la misma presentación en la conferencia latinoamericana CLEI 99 y después la usé en el 2001, luego en CACIC 2002, y más. Sé que no soy el único que hace esto, pero qué bueno es confesarlo como si fuera un pecado.

Imagínense presentado esto en la década de los 90, cuando el patrimonio de la innovación era solo de las empresas y las universidades eran mal vistas, o en la época de las crisis en Argentina y otros países, o en otros momentos donde la actividad privada es mala palabra.

Pasaron muchas cosas desde entonces. En particular, se ha avanzado muchísimo en el estudio de qué es la innovación y cómo se produce. Pero también pasaron cosas en la práctica: aparecieron innovaciones que nos cambiaron la vida, más allá de que un modelo pueda explicarlo o no. Es lo que pasa muchas veces en estos temas: venimos corriendo de atrás explicando la realidad.

Actualmente se habla mucho de innovación abierta (open innovation), como una evolución de las organizaciones que buscan nuevas fuentes de inspiración y formas de trabajo para lograr innovar. Como siempre sucede, la elección del nombre es de todo menos imparcial: si es abierta tiene que ser buena (y lo cerrado es malo). Yo discrepo un poco con la carga emotiva de la semántica, pero en este caso se ven consecuencias prácticas de este modelo que hacen pensar que tiene bastantes características útiles.

En realidad, existen al menos tres nociones distintas a las que se suele referir con el nombre de innovación abierta:

1. Una organización (empresa, ONG, dependencia gubernamental, etc) que colabora con diferentes actores y los involucra en sus tareas de innovación, sean estos proveedores, clientes, universidades, otros centros o independientes. Esta acepción es la que se ajusta más a la idea original de Henry Chersbrough, que es quien acuñó el término.

2. Un grupo o colectivo, que no forma parte de la misma organización, en general heterogéneo, que se junta para hacer innovación.

3. Alguien (organización o persona) que propone un problema y un premio (puede ser un pago en efectivo) si se resuelve en forma aceptable.

La tercera idea se hizo famosa a partir de iniciativas como Innocentive (www.innocentive.com), y fueron facilitados por la tecnología de internet. La idea es bastante sencilla: si usted tiene un problema que quiere resolver lo publica, establece un “test” que debe pasar la solución para ser aceptable y publica la recompensa. Si usted quiere resolver un problema, entra al site, elije un problema y lo resuelve. Si la solución es aceptable, se establece la forma de pago de la recompensa. Los problemas están clasificados por área y por tipo y las recompensas pueden ir de u$s 1000 a varios cientos de miles para problemas difíciles. Si usted nunca entró a este site o a uno similar se lo recomiendo para ver cómo funcionan, y tal vez encuentre un problema de su área que pueda resolver y se gane unos dólares extras. Un dato curioso: Innocentive fue creado por los laboratorios Lilly, lo que nos muestra un cambio de paradigma importante ya que los laboratorios solían ser organizaciones sumamente cerradas muy cuidadosos de lo que hacían en investigación (y lo siguen siendo, pero una parte de los problemas los atacan dentro de esta noción de innovación abierta).

Innocentive fue innovador y es un buen ejemplo de este paradigma, pero dista de ser el único: hay otras plataformas similares como son IdeaStorm o Ideas4all. Además, estas plataformas son globales: poco importa que uno esté en España, Japón, Francia o Perú. De hecho, Ideas4all es de origen español.

Esta forma de innovación abierta está fuertemente emparentada con el crowdsourcing, la idea de tercerizar una actividad en forma abierta y masiva. El crowdsourcing se puede usar para resolver numerosos problemas, y en este caso es una aplicación de ese concepto a la innovación. Pero esto es tema para otro artículo.

La segunda acepción es interesante, pero poco estructurada. Lo más interesante tal vez de estos colectivos es la influencia y el uso de las redes sociales, tanto como metáfora en la forma de funcionar como en su uso como herramienta de comunicación, publicidad y organización.

La primera idea, por otro lado, tiene un potencial enorme. Es increíble cómo, modificando una pequeña regla –invitamos a innovar a los que están en nuestra cadena de valor, a los que saben de los temas que nos importan, a los que eventualmente compiten, a los que pueden ser complementarios- se logran resultados tan interesantes. O no. Volviendo al principio, es una cuestión de roles. El Triángulo de Sábato (o Sábato-Botana) identifica tres roles. Los círculos con intersecciones, cuatro. En realidad, en la base de la innovación abierta está la idea de refinar este modelo e identificar más roles que interactúan y pueden potenciarse. Adentro de la idea de unidad productiva o empresa hay varios jugadores en un círculo en particular: una empresa, tal vez su competidora, uno o más proveedores. El sistema científico tiene hoy varios jugadores que pueden ofrecer capacidades diferenciadas. Todo esto enriquece el modelo y permite redes más complejas: sin lugar a dudas hoy la innovación se hace en red.

Parte de la innovación proviene de cómo se organiza la empresa, qué valores sostiene y qué cultura genera. Steve Jobs decía: “descubrí que la mejor innovación es a veces la propia empresa, la forma en que la organizas”. Es claro hoy que una organización, correctamente gestionada, puede originar mayor y mejor innovación que cualquier individuo creativo en solitario. Y la forma de trabajo es clave para lograrlo.

La Fundación Manuel Sadosky del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva hoy ocupa un rol privilegiado al actuar como catalizador y al facilitar la interacción y la relación entre todos los participantes en procesos innovativos. Es la primera vez que una organización se coloca en este rol y le da la importancia que merece. Por este motivo, la Fundación puede convertirse en un ente que potencie este proceso en una forma que aún no imaginamos. Es una suerte y un privilegio formar parte de esta iniciativa.

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